Una profecía - Editorial
Profetizo,
porque lo deseo mucho y los deseos intensos suelen cumplirse, que
algunas personas serán recordadas por sus auténticos y más humanos
méritos -como Miguel de Nostradamus, que antes que nada alivió a la
humanidad de la enfermedad y el dolor en la medida de sus conocimientos.
Yo sigo en cama, "profetizando" y "delirando"...
Pero ya estoy mejor, no me atrevo a afirmar que ha llegado el “anochecer”, pero sí que los días dejan sentir su peso.
Este
tiempo de reposo me sirvió para revisar el pasado, lo que siempre es de
provecho, además, es abrir una caja con joyas que nunca dejan de estar
allí, los ladrones no pueden tocarlas y tampoco les servirían de mucho,
pero mis joyas no sólo son útiles sino resplandecientes, para siempre,
para mí.
Además, tantas semanas de cama hicieron una obra perfecta
en mi dormitorio: me empezó a disgustar el televisor y pedí que lo
sacaran, y cambié los adornos que había sobre los muebles: los guardé a
todos y ¡me hice comprar un cactus y lo puse allí! .
Son
tan exigentes los aportes que ustedes hacen, que me siento impulsada a
buscar conocimientos por todos lados para entregárselos, aunque sé que
nunca podré honrar del todo la confianza que tienen depositada en mí
<
Mujeres guerreras>.
Digo
“exigentes” porque -además de entregar sabiduría en deliciosas
tajadas-, sin duda ciertas alabanzas están dirigidas a lo que escribiré
en el futuro, a lo que ustedes creen que mi escritura “promete” –y mi
futuro, según las estadísticas, no es un tiempo muy largo, digamos que
atendiendo a las más bondadosas expectativas tengo veinte o veinticinco
años de escritura , si antes no perdiera las ganas.
Y admitamos que las ganas pueden perderse, como cualquier objeto en el camino.
Pero
mi futuro personal no importa mucho, en lo personal, y aunque sé que
será motivo de polémica, insisto en las delicias del pasado.
Somos
nosotros porque cargamos sobre nuestros hombros un gran peso de años y
aconteceres, y ellos eran nuevitos, frescos, estaban listos para
inventar el mundo.
No es que considere que “todo tiempo pasado fue
mejor”, lo que me hace aprovechar para la cita del bellísimo poema de
Jorge Manrique, las “Coplas a la muerte de mi
padre” <
Literatura. Jorge Manrique>:
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor,
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
Hacer un listado sería lo mismo que pretender escribir todos los números...
En un artículo anterior me acordé de alguna gente del siglo veinte.
Y
paso ahora, directamente, sin más preámbulo, al siglo XVI: hablemos
–muy brevemente, pero ustedes, si pueden, hagan otros aportes- de Miguel
de Nostradamus <
Fenómenos psíquicos>.
Nostradamus
Todos,
en general, tenemos la idea de un caballero algo tenebroso y muy
místico, de hechizos y entuertos, huevos filosofales y probetas
rodeándolo <
La Alquimia: El Arte Perdido>.
Cada
vez que un suceso mundial sacude intensamente nuestro aburrido concepto
de la historia, salen a relucir “las profecías de Nostradamus”.
Ocurrió con antiguas y con nuevas muertes de papas, eclipses, meteoritos, guerras mundiales.
Se exacerbó el hecho en setiembre del 2001, cuando cayeron las Torres Gemélas de la isla de Manhattan de Nueva York.
A
cada uno de estos acontecimientos –incluido, bastante antes, el
asesinato de John Kennedy- Nostradamus, al parecer, lo había entrevisto.
Lo
que creo que no se sabe mucho es que él fue un talentoso médico,
valiente y solidario, que se aproximó muchas veces a la ciencia moderna
en sus descubrimientos.
Curó a miles de enfermos en época de peste
con bien estudiadas proporciones de hierbas y embelleció a las mujeres
con diversos cosméticos de su invención, y mereció de un escritor como
el italiano Alberto Savinio muchos párrafos inolvidables, pero copio
apenas dos, muy extractados:
“Dos hombres convivían en
Nostradamus: el diurno y el nocturno. Sobre el nocturno pesaban graves
sospechas de brujería y de comercio con espíritus, el diurno era un
probo ciudadano que cuando no estaba <...> de pie junto a la
cabecera de los enfermos, estaba inclinado sobre las frutas que los
campesinos le llevaban del campo, las escrutaba con ojo sabio, las
palpaba con las manos acostumbradas a estrujar tumores y a tamborilear
barrigas, las olía, se las pegaba al oído para escuchar su volumen
acuoso <...> La piel de la mujer, ese sérico revestimiento del
cuerpo femenino jubiloso a la vista y dulce al tacto, es la constante
preocupación del Nostradamus diurno. Nacen de él esos ‘productos de
belleza’ que tan glorioso desarrollo y tan elevado destino alcanzarán
más tarde. La iridiscente gama de los maquillajes nace de sus manos,
como un arco iris capturado y puesto al servicio de la cosmética. Su
cráneo es el lecho del Instituto de Belleza. ¿Qué sería de Elizabeth
Arden, de Helena Rubinstein, sin las enseñanzas de Nostradamus?”
Por Mora Torres.
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