Lo tenía en la mano unos instantes antes de abrirlo, con negras dudas (
Las dudas).
¿Se trataría de una amenaza, un obsesivo con pasiones perversas o una puñalada encubierta? (
Armas).
Algo como un perfume ominoso, un borrón gris, demoraban el momento
de enterarse de qué se trataba. ¡Tantas posibilidades y, con seguridad,
ninguna buena!
Cadenas
Y la cadena perpetua, que merecen los asesinos y otros
delincuentes mayores, y hasta me atrevería a decir que se hacen
acreedores a ella los “escribidores” de cadenas.
Sé que esto último es una exageración, y sin embargo…
Sin embargo, suelen hacer muchísimo mal las cadenas, volverte el día
de soleado en negro, plantarte dudas en el corazón de cualquier
certidumbre (”y si la rompo, ¿no me sucederán cosas horribles?”)
-aunque sea por un rato.
Fatalidades
Ahora Internet fatalmente -con o sin voluntad de hacerlo- las propicia.
Recibo cientos de cadenas por semana, algunas de apariencia tan inocente que se diría que las dictó un bebé.
Ninguna es inocente. Y si alguien rompe el encantamiento -es decir,
no les envía el archivo de marras a cinco, diez, quince o veinte
personas de su conocimiento, o no- incontables miserias asolarán su
vida, que se prepare.
Esto y una amenaza son bastante similares en intención.
Reyes y reinos desaparecidos
Recibí un mensaje -electrónico (
El correo electrónico)- que explica en detalle la caída y la desgracia del zar Nicolás y su familia, en 1917. Parece escrito por Rasputin.
Por Mora Torres.
Sugerencias del
Lector
Empresa, Economía
y Negocios
Computación e
Internet
|
|
Ciencia y
Tecnología
Salud
Política e
Internacionales
Educación, Cultura
y Sociedad
|