Una más de poetas - Editorial
Estoy enferma, en cama, malhumorada, dolorida <Dolor>.
A punto de pedir a mis amigos una “cadena de oración” o algo parecido para ayudar a reponerme, busco otros refugios <
Lo religioso según Freud>.
En el altillo de mi memoria tengo guardados enormes tesoros <
Ciudades y tesoros perdidos> y álbumes de fotografías que brotan con la fiebre
.
También guardo juguetes del país de la infancia:
un caballito de madera,
una muñeca llamada Marilú,
una pelota que al ser apretada saca la lengua y, con mis dos o tres años de edad, muero de risa.
La pelota y el tiempo
Al fin, consigo acordarme del gracioso o festivo nombre con que la había bautizado: “Toribio”.
La pelota está como girando o pasando de arco en arco del tiempo, desde mi infancia a ahora, desde ahora a mi infancia.
De pronto encuentro lo que buscaba, pero no tan lejos. Algo para compartir con ustedes que moviliza todas mis imágenes <
Imágenes en torno a la mujer>.
Hoy pronuncio el nombre de Olga Orozco
Le escribí otra, doblemente enigmática y ella volvió a contestarme.
Extraigo algunos párrafos de esa esquela:
“Querida Morita
:
Realmente no te entiendo, ¿de qué te estás disfrazando? Dímelo, porque a
veces me encanta ponerme una cabeza de oso o salir con unas botas con
las que me llamo Paquita, por no hablar de la enmascarada circense
haciendo equilibrio sobre un melón azul <
Circo contemporáneo>. Dame las claves, por favor. No sé de qué ambigüedades me hablas. <...>
Claro
que me gustaría conocerte, pero me asusta un poco que me lo propongas
como una amenaza, como diciéndome "a ver si eres capaz", como si
fuéramos a encontrarnos en un pasillo oscuro con un cuchillo en cada
mano, o a correr por el bosque en una noche de lobos. Me asusta, además,
tanta exaltación. Soy una antigua dama o una dama antigua, con anteojos
para mirar de lejos y de cerca, con muchas arrugas en el alma y la
esperanza sin planchar, un delicioso marido que pasa actualmente por una
horrible depresión a pesar de que yo haga la malvaloca todo el día, una
olla a presión que me silba a cada rato desde la cocina y un ropero
lleno de cartas. ¿Qué hacer?
De modo que si tu papel era
alusivo -¡ah, tu edad juvenil, es lo único claro- comprenderás cuán
alusivo es este que mirado entre líneas dibuja el final de una alameda.
Bueno, a todo esto, ¿cuándo vienes a Buenos Aires? ¿Cuándo leo otros
poemas tuyos, nuevos? <...> Si vienes, si los traes, si los veo
<...>, te diré cuáles, aunque no me escuches ni te importe.
Te
mando piedrecitas de todos colores, una para cada hora del día, y una
transparente para los sábados. Un abrazo con plumas doradas y una
canción que haga retroceder las sombras y los males.
Olga”
No es ficción, fui a verla y me quedé
Por
ese entonces yo vivía donde había nacido, en la ciudad de Santa Fe, en
la República Argentina, y ella en Buenos Aires, la hermosa capital.
Aunque
parezca una fantasía, al recibir la respuesta que transcribo, tomé mis
valijas… y hoy Buenos Aires es el lugar adonde vivo desde hace veinte
años.
Por Mora Torres.
Sugerencias del Lector
Empresa, Economía y Negocios
Computación e Internet
| |
Ciencia y Tecnología
Salud
Política e Internacionales
Educación, Cultura y Sociedad
|