Seamos "princesas" y "principes" felices - Editorial
Mis
ojos devoran cuanto encuentran en busca de una idea para llevarles cada
jueves, desde un ropero completamente blanco, un ropero que contiene
papeles que pueden capturar toda mi historia, hasta estantes de libros
de diversas encuadernaciones y tamaños <Función social de la Biblioteca Pública>.
En
los estantes de libros, de pronto se detienen en uno de donde sale una
vocecilla como en los cuentos árabes sale un mago de una botella <
La “Nación Árabe”>.
Se trata de las obras completas de Oscar Wilde <
Fidelidad y coherencia>,
entonces me detengo a escuchar una de las anécdotas, es en verdad no un
cuento escrito sino una “anécdota” que contaba Wilde en los salones,
como si hubiera sucedido:
Lloraban todas las flores, todos los árboles y piedras el día que Narciso se ahogó <
Mitología griega>.
Le pidieron entonces al río que les prestara agua.
El río preguntó para qué.
Le
contestaron que sus lágrimas se habían secado pero querían seguir
llorando por la pérdida de la hermosura increíble de Narciso, ya que por
eso lo habían amado tanto.
El río contestó que él había amado
mucho más que ellos a Narciso, y que gastaría su agua en sus propias
lágrimas para llorarlo, pero que ignoraba que hubiera sido tan bello.
Le preguntaron –flores, árboles y piedras- si no lo había advertido cada vez que Narciso se asomaba a mirarse a su superficie.
Y
el río contestó que no, que no lo había advertido, y que amaba a
Narciso porque cada vez que se inclinaba sobre él para admirarse, él –el
río- podía observar su propia hermosura en las pupila enormes,
transparentes, límpidas de Narciso.
Mucho más que corbatas
Como asegura con encanto wildeano Jorge Luis Borges <
Borges, el cuentista>, Oscar Wilde no fue sólo un señor que se ocupaba de corbatas y de fiestas.
Aunque sea más conocido por lo que en su época se denominó “el gran escándalo” –que le costó la cárcel, la infamia
,
y finalmente la muerte a los 45 años-, Wilde poseía sentido de la
estética, profundidad filosófica, gran capacidad como crítico literario,
enorme talento como narrador y como poeta y un “charme” por encima de
cualquier circunstancia –sus circunstancias no tuvieron tonos
intermedios: fueron la felicidad o la desgracia <
El retrato de Dorian Gray>.
En
sus últimas épocas, en sus años de tribulaciones e infortunios, se
encontraba viviendo en París en un hotelito de los que todavía guarda
esa ciudad –un miserable “aguantadero”- donde pasaba mucho frío y ,
algunas veces, hambre.
Sin embargo, dos o tres amigos solían invitarlo a sus veladas, uno de estos amigos era la gran Sara Bernhard <
Historia y evolución del teatro universal> -quien lo fue hasta el final de la vida de nuestro autor.
Ella
lo acercó cierta noche a una actriz cuya belleza había sido de gran
fama en el mundo entero, ya bastante madura en ese momento, y Wilde dijo
esta galantería como presentación: “Qué curioso... ¿puede decirme por
qué tiñe su cabello de blanco?”.
Juegos de máscaras y de poesía
Parafraseando
a Wilde, debo decir que creo que todos los que “peinamos canas” en este
blog –según aseguran varios participantes, somos muchos-, lo hacemos
porque tuvimos el capricho de teñirnos el cabello de blanco.
De
otro modo no podrían explicarse nuestras pasiones juveniles, como el
juego de máscaras, los juegos de artificio y el juego de “tomar el té
con la poesía los jueves” que es este blog.
Hay diversas edades y
ocupaciones aquí, pero en definitiva todos somos... jóvenes poetas,
título resplandeciente por el que debemos considerarnos muy felices.
No
soy yo en especial la musa o la más creativa o apasionada, ¡son
ustedes!, basta leer los comentarios para asombrarse, ¿alguien pensó
alguna vez que en Internet hubiera gente discutiendo tan acaloradamente
por el bien, por el mal, por la religión, por la poesía, por “Itaca”?
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